En la antigüedad, los chevalier eran los anillos que se usaba para presionar el lacre que sellaba las cartas, certificando la autenticidad y el origen del mensaje. Eran anillos de cierto volumen, con el escudo familiar, que pronto se convirtieron en una expresión de su riqueza y poder.
En 1939 comenzó la segunda guerra mundial. Los grandes joyeros franceses, la mayoría judíos o ligados a la alta burguesía judía, estaban preocupados por su vida y la de sus talleres. Tuvieron que elegir entre quedarse y o huir a los Estados Unidos.
Contra todo pronóstico la escasez de clientes nunca fue un problema y los talleres siguieron produciendo. París se había convertido en el paraíso de los placeres alemanes e italianos. Allí convivían la alta burguesía, que vivía mejor que bien, y otros no tan burgueses que alcanzaron un éxito asombroso gracias al mercado negro y al contrabando. Todos ellos buenos clientes que permitieron que los grandes joyeros tuvieran trabajo para rato.